Sinopsis
El montaje juega con el pasado, el presente y el futuro de las ruinas de una casa chilota, para proponer un intenso viaje por el sentido de habitar y de comunidad en un presente que parece preferir las casas desechables y los hogares efímeros. La obra se pregunta ¿Cuántas casas u hogares tenemos que destruir para entender por fin quiénes somos?, ¿Podemos construir otro futuro con estas ruinas?
El proyecto se inspira en la tradición chilota donde las casas son arrastradas comunitariamente por tierra o por mar. La obra mueve de un escenario a otro las ruinas de lo que fue un hogar, ocupando sus tejuelas como medio para contar tres historias en torno al significado de casa y hogar para los seres humanos: un hombre destruye su propia casa con un tractor, una comunidad prefiere dejar morir sus casas antes que renovarlas, una pareja decepcionada del amor deja caer un árbol sobre una casa como última esperanza de entenderse, una familia debe exiliarse en otro país por razones políticas y dejar atrás lo que fue su hogar.
Ficha Técnica
Dirección e investigación: Ébana Garín y Luis Guenel | Dramaturgia y actuación: Ébana Garín | Producción: Colectivo Cuerpo Sur | Diseño integral: Ricardo Romero | Composición y diseño sonoro: Damián Noguera | Asistente de diseño: Montserrat Fonseca, Nicolás Zapata | Agente y representante internacional: Loreto Araya | Coproduce: Arcadia, Leeuwarden – Países Bajos | Colaboran: CECREA – Castro, Centro NAVE, Beursschouwburg, Bruselas, Bélgica.

Una sobrevida, una porfía.

Las casas flotan, los hogares flotan, solo se hunden a medias. Se trasladan, por trabajo, por amor o por brujería, son subidas a troncos, la madera carga con sus formas más sofisticadas, más humanas.
Tejuelas, que son barrera, límite, contención, que se usan para repeler lo que ayer las nutrió.
La madera tiene sonido.
¿Cómo destruir y reconstruir un hogar? ¿Cómo trasladar una casa? La idea de la casa transitoria. ¿Qué traslada una minga?, ¿Una casa o un hogar?
El pasado está delante de nosotros, el futuro atrás, no vemos a donde vamos, el presente es remar mirando desde la orilla que salimos y desde ahí, de espaldas apuntando a la orilla que queremos llegar. . . no se llega nunca.
La madera tiene sonido.
La madera cruje. La madera se mueve. No deja de estar viva por ser cortada, trasladada, cepillada, clavada, pintada, la memoria y la vida tampoco. Se vive a pesar de las capas de transformaciones, de mitos sobre uno mismo que nos hemos puesto. Se es, más allá de cuanto nos disfracemos de otro.
Los bosques suenan, los bosques se mueven,
¿Sueñan las tejas con ser bosque?

La gentrificación es una forma de invasión pasivo/agresiva, llena de buenas intenciones, dominar por asomo, por deformar el entorno hasta volver al local un extraño de sí mismo, en lograr que no se reconozca más en la comunidad, ser un extraño al que su entorno se le volvió un paisaje, externo – distante – otro. Ruina.
País – exilio, un paisaje construido de imaginación y memoria.
¿Cómo meter un país en una maleta?
El exilio nos roba la materialidad del territorio y nos deja un paisaje en suspensión, alimentado de la memoria deformada por la imaginación, un paisaje/territorio de deseo. Como ese fantasma de la casa de la infancia, hoy casi nadie habita la casa de la infancia, todos de alguna manera hemos sido exiliados de nuestros propios territorios, de nuestros queridos y eternos paisajes, de recuerdos soñados.
Como en una minga, vamos trasladando, cargando el pasado, la idea de un pasado que nos marca un futuro, un futuro imaginado.
El sistema nos exige luchar por ser, por construirnos un ser, pero en verdad no somos más que un montón de recuerdos buscando un futuro, somos ruinas.

Una (casa en) Ruina no es más que una sobrevida, una porfía por querer sostener un recuerdo, que se desmorona, que se deforma, que ya fue o quizás que nunca existio, una ruina no es más que la manifestación material de una sensación, de castillos creados para visualizar futuros que no se materializaron, que quedaron en el camino, que no llegaron a ser, porque fueron soñados cuando aún no éramos, porque nunca seremos.
Una ruina es un vestigio que nos invita a especular sobre lo que fue, cuando nunca fue. Son los sonidos de un bosque que nos hacen mirar detrás de cada rama o girar para ver si lo que nos acecha es. . . pero no es.
Una ruina es como una teja, es árbol, es bosque, es casa, es recuerdo, es anhelo, es desazón, es lo que no fue y lo que fue, es una pista de un puzzle sin todas sus piezas, una ruina es lo que queramos que sea. . . lo que necesitamos que sea.
Lo que sea, menos lo que es. . . “Hay que quemar las naves”

Texto: Nachopeztaña
Fotos: Extraídas de trailer de GAM